EL
MUNDO
14 septiembre
2019
La
investigadora española que quiere que tu organismo esté a los 80 años igual que
a los 20
Laura Tardón
La prestigiosa investigadora Ana María
Cuervo, que trabaja en EEUU para conseguir retrasar al máximo los achaques
asociados a la edad, ha visitado España para participar el congreso Gerociencia, organizado por la Fundación Gadea.
La idea de intervenir y modular el envejecimiento ha
inspirado los 25 años de trayectoria profesional de Ana María Cuervo, que se ha
ganado a pulso ser reconocida como una de las mayores eminencias a nivel
internacional en este campo. La investigadora acaba de aterrizar en España para
participar en el primer gran congreso sobre ciencia y envejecimiento que se
celebra en Europa: Gerociencia, organizado por la
Fundación Gadea.
El objetivo de la investigación, advierte, no es conseguir
«vivir para siempre», sino tener la posibilidad de actuar para que los
«achaques asociados a la edad no comiencen a los 50 o 60 años, sino a los 90».
Esta brillante científica empezó estudiando el papel de los
lisosomas (unos compartimentos celulares que digieren proteínas desgastadas y
otros componentes celulares dañados) en su tesis doctoral, tras graduarse en
Medicina, y se enganchó tanto que dos décadas después ni se plantea cambiar su
campo de trabajo. «Hay muchas enfermedades que aparecen según nos vamos
haciendo mayores. La idea es averiguar si podemos hacer algo para que nuestro
organismo a los 80 años se mantenga lo más parecido al de los 20». Toda una
revolución que cada vez está más cerca de convertirse en una realidad.
Gracias al trabajo del grupo de investigación que Cuervo
lidera en el Albert Einstein College of Medicine en Nueva York se ha profundizado, por ejemplo,
en uno de los grandes factores que intervienen en el proceso de envejecimiento.
Se trata de los mecanismos de limpieza y reciclado celular y el efecto de su
pérdida de función con la edad.
«Sabemos que estas vías están interconectadas. Es decir, si
tienes menos energía también las células van a limpiar menos y entonces tu
respuesta inmune va a ser peor». Esto es importante porque «significa que
actuando sobre uno o dos de estos procesos pueden repararse otros, lo que
contribuye a luchar contra el envejecimiento».
De forma experimental, modulando algunas de estas vías, se
ha conseguido que «por lo menos 10 modelos de animales vivieran más y
estuvieran más sanos. Hemos pasado de ser un campo al que no se le hacía mucho
caso a ser uno de los más punteros en los que se están haciendo descubrimientos
trascendentales y se está integrando tecnología de última generación».
Recientemente, cuenta Cuervo, «un estudio publicado en la
revista Aging Cell señaló
por primera vez cómo un tratamiento para la diabetes (la metformina)
había sido capaz de revertir el reloj cronológico celular». Se trataba de un
ensayo pequeño, «pero en personas», subraya.
«Cada vez vamos a ver más pasos de este tipo», señala la
investigadora, quien subraya que el objetivo de la investigación es «aumentar
los años de vida libres de enfermedad», no librarse de la muerte, como proponen
algunos.
«No hay que fiarse de charlatanes. Sus discursos basados en
promesas me ponen muy nerviosa. Tampoco hay que creer en productos que se
venden contra el envejecimiento. No están probados científicamente. Tenemos que
demostrar lo que estamos haciendo, siempre con rigor científico. Hay mucho
engaño en este campo», advierte.
Lo que sí se está estudiando con seriedad, señala, es la
forma de intervenir en los procesos de envejecimiento para comprimir el tiempo
de enfermedad y padecimiento. En ese sentido, Ana María Cuervo continúa
estudiando en su laboratorio las enfermedades neurodegenerativas para mejorar
la calidad de vida de la población global. «Una vez llegas a los 85 años,
tienes prácticamente el 50% de probabilidades de tener Alzheimer. Como
investigadora, perder tu mente y olvidar todo lo que sabemos y hemos aprendido,
y dejar de contribuir en los avances me da muchísimo miedo».
Mientras la investigación sigue avanzando, Ana María asegura
que hay muchas cosas a nivel de hábitos de vida que pueden ayudar a mantener
alejados los males de la vejez: «Lo que siempre nos dijo nuestra abuela: dormir
más y no comer entre horas, por ejemplo es una buena opción». O intentar
recudir el consumo de azúcares refinados. «Está probado que esto contribuye a
mejorar el tiempo libre de enfermedad tanto en modelos animales como en
personas».
Si echa la vista atrás, Ana María Cuervo no duda en remarcar
que tuvo la suerte de iniciar su trayectoria profesional con Erwin Kneckt en el Instituto de
Investigaciones Citológicas de Valencia y realizar
investigaciones postdoctorales con Fred Dice en la Universidad de Tufts en Boston, «los mejores mentores que uno pueda
imaginar, que me enseñaron a tener un espíritu colaborativo, no de
competitividad».
Al finalizar, estableció su propio equipo de investigación
en el Albert Einstein College of
Medicine y desde entonces, no ha dejado de trabajar en torno al envejecimiento.
Actualmente, ocupa la cátedra Robert y Renee Belfer para el estudio de las enfermedades
neurodegenerativas, ha recibido más de 20 premios de prestigio internacional,
es profesora de Biología Molecular y forma parte del Panel de Consejeros
Científico del NIA y del Consejo asesor del subdirector de los Institutos
Nacional de Salud (NIH) de Estados Unidos.
Una de las mejores noches de su vida, recuerda, fue poder
asistir a la entrega del Premio Nobel al investigador japonés Yoshinori Ohsumi, uno de los
descubridores del sistema de reciclaje del organismo. «De repente, este campo
de la investigación pasó a convertirse en estrella». Y ya ha comenzado a dar
sus frutos.